Los egipcios no fumaban y probablemente los habitantes primitivos de las islas Aleutianas (en Alaska) llevaban una vida menos sedentaria que la nuestra. También es prácticamente seguro que Otzi, el llamado hombre de hielo (cuya momia de más de 5.000 años de antigüedad fue encontrada en un glaciar de los Alpes)
no había probado una hamburguesa en su vida. Sin embargo, todos ellos comparten algo con el ser humano actual: presentaban signos de aterosclerosis.
No es la primera vez que un trabajo con momias sometidas a un escáner descubre signos de arterias calcificadas en humanos que poblaron la tierra hace miles de años. Sin embargo, un número especial de la revista
Global Heart (la publicación oficial de la
Federación Mundial del Corazón) desvela que el problema es común a varias civilizaciones, independientemente de su localización geográfica o de la dieta que llevasen.
Egipto, Perú, Alaska, Mongolia, Europa, el desierto del Gobi en Asia... Como explica a EL MUNDO el doctor Gregory Thomas, director médico del Long Beach Memorial de California (EEUU) y autor de un editorial en la revista valorando los hallazgos, los trabajos publicados demuestran que la aterosclerosis era un problema global, de la que se han hallado evidencias mediante moderna tomografía computarizada (TAC) en todos los continentes ("con la única excepción de Australia y la Antártida").
En el trabajo se han analizado 51 momias halladas en Perú con una antigüedad de entre 600 y 1.200 años, cinco nativos americanos de unos 1.600 años atrás, un pequeño grupo de mongoles que habitaron el desierto de Gobi hace 500 años, cinco aleutianos de Alaska de hace 150 y decenas de momias egipcias de distintas clases sociales, cuyos resultados se cruzaron con los de
178 egipcios contemporáneos.
Pero si hace miles de años no existía ninguno de los factores de riesgo modernos que hoy se saben causantes del bloqueo de las arterias (tabaquismo, sedentarismo, dieta rica en grasas)... ¿cómo es posible que nuestros ancestros también padeciesen el problema? Como explica Thomas, se barajan tres hipótesis. La primera de ellas es que sus organismos estuviesen
sometidos a una inflamación persistente a causa de las numerosas infecciones a las que debían hacer frente (malaria, tuberculosis, esquistosomiasis, triquinosis y otro tipo de parasitosis relacionadas con su cercanía estrecha con los animales o con aguas estancadas). Esa inflamación crónica (y a falta de otros factores de riesgo modernos), explica Thomas, podría haber sido el detonante de sus problemas arteriales.
Otro de los elementos que podría haber desencadenado la
calcificación de los vasos sanguíneos en culturas tan distantes -geográfica y cronológicamente- es la inhalación constante del humo en el hogar, que se utilizaba tanto para cocinar como para calentar o ahuyentar a los insectos. De hecho, sugiere, la mayor presencia de placas de aterosclerosis en las momias femeninas sustenta esa hipótesis, teniendo en cuenta el papel protagonista de las mujeres en las tareas domésticas.
Finalmente, y como se aborda en una investigación publicada en la misma revista por el doctor Michael Moyamoto, del St. Joseph Heritage de California, la genética parece tener un papel protagonista en la relación del ser humano con el bloqueo de sus arterias. Sus datos, explica a este periódico, sugieren que la aterosclerosis parece
un fenómeno inexorable al que el ser humano está genéticamente predispuesto. A partir de ahí, "multiples factores ambientales (la obesidad en los tiempos modernos o la inflamación crónica en nuestros ancestros) pueden desencadenarla hasta unos niveles que provoquen manifestaciones clínicamente relevantes (como infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares...)", señala.
Para avalar la hipótesis de la genética, la misma revista publica un análisis dirigido por Albert Zink (de la Academia Europea de Bolzano, en Italia) a partir de los restos de ADN que se conservan del llamado 'hombre de hielo', una momia de 5.300 años de antigüedad hallada en el Tirol austriaco.
Como ellos mismos explican, aunque las modernas pruebas de imagen a las que se ha sometido a cientos de momias han mostrado los restos de las calcificaciones en las arterias, hallar una evidencia genética ha sido más complejo dadas las dificultades de que estas momias conserven restos de ADN en buen estado. Gracias a la buena conservación de Otzi, los análisis han permitido ahora observar que su genoma presentaba algunas alteraciones que en humanos modernos se han asociado con más riesgo de enfermedad coronaria. Concretamente,
una alteración en la región cromosómica 9p21 que numerosas investigaciones han relacionado en la actualidad con la incidencia de ataques cardiacos.
"Dada nuestra predisposición a desarrollar este trastorno, debemos hacer todo lo que podamos para retrasar su desarrollo, como mantener nuestro peso a raya, controlar el colesterol, la presión arterial, el azúcar en sangre, mantenernos activos y evitar el tabaco", recomienda el doctor Thomas.
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