El Museo londinense ‘Ripley, aunque usted no lo crea’, un museo de reciente factura situado en Picadilly Circus, exhibe tres cabezas humanas reducidas por los indios jíbaros de Ecuador, como algunas de las piezas insólitas que integran su colección. Pero lo insólito no es que estén entre sus paredes; los trofeos de los cazadores de cabezas humanas se han colado desde hace tiempo en subastas, colecciones particulares y en museos mucho más convencionales, como es el caso del Museo del Banco Central de Quito que conserva varios ejemplares o el Museo de los Dominicos de León, cerrado hace unos años, que también mostraba una cabeza reducida. Lo insólito, en realidad, es la técnica que empleaban los guerreros de esta etnia amazónica para reducir las cabezas de los enemigos muertos en combate. Reducir una cabeza humana hasta conseguir que su tamaño sea menor que el de un puño requiere un complicado proceso que aún mantiene vivo el misterio.
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